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Posts Tagged ‘Cuentos y Anécdotas’

La Bisagra Maldita

marzo 27, 2017 Deja un comentario

     Luis era un muchacho sano a quien le fascinaba hacer deporte pero tenía el defecto de que era creído y “brincón” cómo se le dice a quienes les gusta provocar y buscar pelea, tres veces por semana se levantaba muy temprano a correr cinco kilómetros, practicaba lucha libre, judo y tae kwon do, su sueño era llegar a practicar artes marciales mixtas, solía hacerse acompañar de chicos similares a él, atléticos y por lo general todos hijos de papi.

Para demostrar que él era el mejor del área para los trancazos solía provocar peleas en la escuela o en las paradas chuleando a patojas acompañadas, práctica que lo llevo a ser acreedor del apodo “el verguiador de San Luis”.

En la última pelea que Luis había tenido le quebró la nariz a un joven cómo de veinticinco años (seis años mayor que él) , pelearon ferozmente por quince minutos y por último Luis le hizo “La Cavernaria” una complicada y dolorosa llave de lucha libre dejándolo muy mal trecho.

Jahh!! mi huevo vos!! Yo no me asomo a esa parada de allí de San Luis con mi traída! –le dice Carlos a Miguel- Y por qué vos? –responde Miguel-, dicen que allí se mantiene un tal güicho que es bueno para el box y se conoce todas las llaves de lucha libre,  pero lo malo es que le gusta chingar  a las traídas di’uno para buscar pelea y lo fregado es que hasta aquí no habido quien lo sosiegue, aahh pal’huevo vos!!, Uno siempre encuentra a su tata en la calle, ya le va a llegar su sábadito vas a ver!!-dice Miguel-.

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Zizi

marzo 24, 2017 Deja un comentario

               El Zizi fue mi mejor mascota; no cabe la menor duda.  Tuve una lagartija, un armadillo, dos ardillas, una rana verde, un quenque, dos pizotes, un mapache, una guacamaya, una cotuza, un tepescuintle, una víbora de cascabel sin colmillos, un cocodrilo y una araña gris, peluda, de esas que llaman tarántulas, más inofensiva que una monja carmelita.

Unas las regalé, otras se murieron de bravas, y las menos, lograron fugarse de mi casa, pues casi nunca usé jaulas ni cadenas.

Pero el Zizi era muy especial.   Cuando yo llegaba del trabajo, me recibía siempre con un zzzzizzziiii cariñoso y yo le ofrecía mi oreja derecha, para que chupara un medio milímetro de sangre, tan escasa de glóbulos rojos.   Después, mi pequeño amiguito daba vueltas alrededor de mi cabeza volando con alegría y se posaba sobre la librera a hacer su siesta.

Antes de irme al trabajo, por la mañana, mi minúscula mascota me despedía con su característico zzzzizzziiiiii… y yo le ofrecía mi oreja izquierda para que bebiera otro medio milímetro, a manera de desayuno.   ¿Qué cómo, cuándo y dónde lo conocí?  ¿Qué cómo hice para domesticarlo?

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La Cautiva

marzo 21, 2017 Deja un comentario

    En una ciudad cercana, había un parquecito formado por un bosque de viejos cipreses que daban sombra a varias estatuas de mármol y, desde luego, a los visitantes.      Una vereda de lajas labradas y asientos de piedra, invitaban al reposo y a la meditación.

Una tarde llegó al parquecito un joven estudiante de letras, equipado con un libro del escritor ruso Nicolái Gógol, y se sumió en la lectura.   No lo distraía el arrullar de una paloma tortolita ni el trinar de los cenzontles.    Cuando había leído cinco capítulos del bello libro, lo cerró y sacando una libreta se puso a escribir sus comentarios de la obra.

De pronto escuchó pasos suaves y al levantar la vista, vio algo que lo dejó perplejo: una bella mujer vestida con ropas blancas y un jarrón del mismo color entre sus bien torneados brazos, venía hacia él, muy sonriente.

-¿Quieres agua? –preguntó ella, con dulce voz.

-Sí, gracias –respondió el estudiante, bebiendo con placer aquella agua fresca y aromática.

-¿Puedo sentarme a tu lado?- dijo ella, suplicante.

-Claro, siéntate; para mí es un honor tener a mi lado a una mujer tan linda.  ¿Dónde vives? –preguntó el estudiante, emocionado.

-Aquí he vivido siempre, cautiva por la sabiduría de los viejos cipreses y el amor de las aves… -susurro ella, con humildad-; te vi pasar a mi lado y no te fijaste en mí.

-¡¿Ah?! ¿Dónde estabas, preciosa? –Exclamó el estudiante, apenado-;   perdóname, pero es que últimamente he estado preocupado, porque la próxima semana tengo exámenes en la universidad.

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De Capricho a Capricho

marzo 15, 2017 Deja un comentario

Izotales es un pueblo cuyo nombre se perpetuará en la historia por sus negativas particularidades.   Para demostrar lo anterior bastará con decir que carecía de los servicios básicos más indispensables.    Frente a las casas borrachas de descuido, las calles se arrastraban –sonrojadas- buscando un abismo para suicidarse.   Pocos pueblos (porque no era aldea) se resignaban a vivir en medio de tanta miseria.   Sin embargo, los habitantes de Izotales se habían acostumbrado a caminar del brazo con la lipidia.

Es cierto que el hombre es un ser con gran capacidad de adaptación, especialmente cuando esa adaptación es para su propio beneficio, pero resulta inconcebible que también se adapte fácilmente a situaciones negativas y contraproducentes, tal es el caso de los Izotaleños que llegaron a ser famosos por su empalagante conformismo.

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El Cincho

febrero 13, 2017 Deja un comentario

cinchoDon Enrique no era el más gordo de nuestro pueblo, pero si ocupaba un lugar preferente en la escala de obesidad.

Usaba cincho de pura piel y sus problemas para adquirir su largo pretal, principiaron cuando falleció el talabartero que se los fabricaba con exclusividad.   Don Quique inició sus servicios en el Organismo Judicial, como pasante o meritorio de un Juzgado de Paz, después se desempeñó como Oficial en todos los ramos y distintos tribunales de la república, terminando su carrera como Secretario de una Sala de Apelaciones.

Fue un trabajador capacitado, honrado a carta cabal y cultivó las buenas relaciones, practicando la amistad y el servicio dentro de su comunidad sin desprenderse del sentido del buen humor que fue algo que lo caracterizó.

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Tio Vigildo

febrero 6, 2017 Deja un comentario

pescadinamita                Para mí la pesca no era una afición, sino un vicio.   No más me avisaban de una buena posa, para allá me iba con los muchachos a tirar bomba.

                Me sucedió un domingo.  Salí muy temprano con los hermanos Bardales rumbo al “Rio Grande”, llevando como instrumento de pesca, una bomba casera fabricada con botella de esas que tienen culo sumido, clorato, azufre, pólvora, arena fina y mecha de mortero.

                Platicábamos de aventuras pasadas, íbamos montados a caballo, porque era largo el camino que teníamos que recorrer para llegar a la poza “El Codo”.

Llegamos a la orilla de un barranco, desde donde se divisaban en el agua cristalina “machacas” de todo tamaño.   Ese era el mero punto.

                Bajamos de las monturas para acercarnos a pié, no había otra manera de hacerlo, la poza estaba rodeada de un espeso “mutal” y para entrar teníamos que atravesarlo.   Amarramos los caballos a la orilla de las parras de muta, dejando la ropa sobre las monturas y en pelota nos fuimos haciendo caminito con mucho cuidado para no espinarnos.

                Nos costó mucho, pero al fin llegamos.

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El Silbidito

enero 26, 2017 Deja un comentario

silbido01La mañana era como una de tantas. El sol se había asomado por entero entre los cerros que rodeaban la aldea las vacas y los terneros mugían a medida que los chorros de leche caían perpendicularmente sobre la cubeta número 12.     El diálogo entre tío Chema y Beto su sobrino era el usual, únicamente que esta vez se lamentaba la desaparición de una mula, que era el brazo derecho  del tío, ella le acompañaba en sus andanzas por las aldeas vecinas y le servía para acarrear lo indispensable para el hogar.

Se lamentaba la pérdida del valioso semoviente, pero se descartaba la posibilidad de hurto, debido a la comprobada honradez de los vecinos, que preferían defraudar al fisco con una “cuchuchera” (lugar donde se saca aguardiente clandestino) que dedicarse al abigeato.

La faena de ordeño terminó más rápido que de costumbre, porque a Beto se le fue el tiempo buscando la mula y las vacas, que estaban acostumbradas a ser ordeñadas más temprano, habían escondido la leche.    Eso tenía sin cuidado a tio Chema, lo más importante para él, era emprender pronto el viaje hacia el cerro, conocido como “El Chatún”, donde seguramente encontrarían la mula perdida.

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